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La boca es hoyo seco
de polvo, piedra y fuego.
El rostro, mapa vivo
de senderos violetas y cetrinos,
tiene dos medias lunas de tormento
sobre dos valles cóncavos y hundidos.
Impertinentes lenguas arenosas
cavan crueles y voraces la herida
que muestra irrevocable
el final del trayecto de la vida.
Los párpados caídos
no pueden con el peso de la luz
y el vértigo del paso a la otra orilla.
No va más,
está cerca el final de la partida.
El trofeo de la obstinada parca:
un cúmulo de carne dolorida.