Aquellos jóvenes que en los ochenta, bailamos y bebimos bajo lluvia de luces de colores, lanzadas por esferas rutilantes que asperjaban nuestros cuerpos de reflejos y nos mudaban de sitio sin movernos con luces cegadoras de destellos, tuvimos, como todos, nuestra gloria y nuestro tiempo. Ahora, cuando, con ocasión de alguna fiesta, ultimamos la jornada en algún lugar de moda donde la gente joven se divierte, notamos- al menos noto yo – sus miradas extrañadas. ¿Dónde irán estos a estas horas? Aviso a navegantes de la noche, y a modo de proclama, por lo que a mí respecta, expreso:
Al acercarse tan señaladas fechas de jolgorio y convivencia, no extrañen, púberes y adolescentes, que a desacostumbradas horas de la madrugada para cuerpos no serranos, pero aún de madura lozanía, irrumpamos en sus lugares de habitual asueto. Somos vosotros cuando hoy sea mañana, así que mírennos como aquel que se mira en el espejo.