Los griegos celebraban fiestas en honor de Dionisio. En ellas se narraban sus supuestas proezas. Un día a alguien se le ocurrió ponerse en lugar del dios del vino y empezó a hablar y a actuar en su nombre. Fue el principio del teatro.
En esos comienzos un solo actor representaba a todos los personajes, cambiando la máscara que cubría su rostro cada vez que interpretaba a uno distinto. El coro, bajo la dirección del corifeo, simbolizaba al pueblo.
Poco a poco fue evolucionando y se incorporaron más actores para los distintos papeles.
Esquilo, Sófocles y Eurípides son autores renombrados de tragedias. Aristófanes, de comedias.
También la cultura romana produjo grandes comediógrafos, como Terencio y Plauto.
A las dos formas teatrales básicas, la tragedia y la comedia, se fueron agregando otras con el paso del tiempo y el cambio de las modas y los gustos, sin que el teatro clásico haya perdido vigencia. Dramas, pasos, sainetes, entremeses, autos sacramentales, zarzuelas, óperas…
Las tres unidades básicas de lugar, tiempo y acción que estableció Aristóteles duraron hasta que Lope de Vega las cambió en el siglo XVI. Y de entonces hasta ahora ha habido muchas innovaciones, unas con más fortuna que otras.
No es pretensión de este artículo mencionar a todos los autores que han existido a lo largo de la historia. Pero a William Shakespeare hay que citarlo.
Las grandes pasiones humanas: el amor, el odio, la envidia, los celos, la venganza… subieron a los escenarios de la pluma de este insigne autor inglés.
El extremeño de Torre de Miguel Sesmero, Bartolomé Torres Naharro, el talaverano Diego Sánchez de Badajoz, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Fernando de Rojas, Jacinto Benavente, Federico García Lorca… son algunos de los numerosos autores españoles.
De la profesionalidad de los actores depende que la obra dramática cale en los espectadores y que estos se emocionen, se diviertan y aprendan, hasta el punto de que el público los identifica con los personajes y olvida que sólo son intérpretes.
En muchos de nuestros pueblos existen grupos que conservan la llama viva del teatro, aportando cultura, emociones y diversión, como tiempo atrás lo hicieron Eduardo Ugarte y Federico García Lorca con ‘La Barraca’. De los actuales, cito a ‘Teatro de Papel’, de Llerena por su calidad y cercanía, sin olvidar a todos los que recorren la geografía extremeña con sus representaciones.
Un día me llevé una agradable sorpresa cuando recibí el siguiente mensaje con motivo de una columna escrita en este periódico, que reproduje en mi blog. Hablaba del teatro Mari Paqui, que recorrió nuestra región en los años sesenta. Decía así: “Hola. Soy Marisa Lahoz, la Mari del Teatro Mari Paqui. Me ha hecho muchísima ilusión encontrar este blog. Le pasaré el dato a mi hermano. Era Paquito, por eso el nombre de Mary Paqui, por nosotros. Éramos unos niños…”.
El lunes se celebra el día del teatro. Felicidades.