El sol.

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Cada tarde el horizonte

se convierte en  alcancía

y  recibe una moneda

que Aurora por la mañana

le roba a la madrugada

con un cuchillo rosado

para abrir la luz del día.

Reparte su  capital

por las sierras y los llanos,

por los mares y los ríos,

la dehesa y el trigal.

Dora enhiestas espadañas

y elevados campanarios

en albas y atardeceres,

calienta las casas pobres

y los lujosos palacios,

regalando  luz y vida

por espacios planetarios

con equidad repartidas.

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