El silencio de la iglesia

 

Ahora que no creo que mi cuerpo

se queme eternamente

sin acabar de consumirse nunca,

cualquier día  de estos

que  esté  la iglesia sola,

paso por allí y entro

a la solemne quietud del silencio

que dan sus anchos muros

y el alto sus  techos,

por ver si en un rincón o entre las bóvedas

encuentro la inocencia

perdida ya hace tiempo

cuando creía en un  cielo de buenos

y en las llamas eternas del  infierno.

Tal vez esté entre algún ramo de lirios

de los que en primavera

adornan los altares,

o  flotando en el haz de luz y polvo

que desde las vidrieras

llenan el amplio  suelo de colores,

o en los ecos de encendidos sermones

que perturbaron mi sueño infantil

con fantasmas y atónitos desvelos.

¿Se elevaría a las nubes entre incienso

montada en sus aromas?

¡Qué fácil es creer

si no se piensa nada!

En el viejo mecano

las piezas ya no encajan:

serafines,  virtudes, querubines,

tronos, dominaciones,  potestades,

ángeles, arcángeles, principados

se desvanecen pronto

en el lógico fluir  del pensamiento.

Evanescentes halos

de cuentos infantiles

quedan de la inocencia en el recuerdo.

 

 

4 respuestas a «El silencio de la iglesia»

  1. tu cuñado me dijo que tenías unas poesías estupendas. He buscado “POESÍAS DE JUAN FRANCISCO CARO” y me he encontrado con este blog. Me encantan las poesías que he leído. Poesías “DEL PUEBLO”. ¡Qué bien se entienden! Eres un fenómeno. Me alegro mucho. un abrazo y no pares de escribir porque tienes un nuevo lector.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.