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Con jarcia escasa y ajadas velas
voy surcando los mares de la vida.
No faltan vendavales ni galernas
en esta procelosa travesía.
Tibias auras a veces aligeran
el duro discurrir de las faenas.
Hay también tristes días
de tirar por la borda la alegría,
pero un rayo de luz,
una mano sobre el hombro amiga
me ayudan a seguir con la porfía
de remar contra el viento y la marea.
Momentos como éste,
sentado en el otero que domina
la extensa llanura y la arboleda,
son oasis de miel y de ambrosía.
Por esto, por mis hijos y por ti
es más más llevadero este periplo
que más cercano al fin
recalará en el puerto de partida:
el olvido, de donde provenimos.