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Parece ser que nunca pasa nada
en la engañosa calma de los pueblos.
Los días y las noches,
cangilones cansinos de la noria,
pasan en sucesivas alternancias
de ocasos y alboradas.
Transitan las mujeres
como hormigas de casa a los comercios.
Los varones en paro
al resguardo del norte en las solanas,
gorra visera y pantalón de pana,
hasta que llegue la hora del almuerzo
para comer el pan de la desgana.
Da vergüenza mirarse cara a cara
si no se gana en la honrada labor de la faena.
En el silencio denso
de la deshabitada madrugada
los suspiros se engarzan con las penas
carcomiendo las alas de la estima
bajo el curvo cobijo de las tejas.
Un gran y sentido poema a esta lacra del paro. Dios y los hombres nos libren de ella cuanto antes.
Un beso, JuanF.
Muchas gracias. Por el bien de todos, esperemos que vaya desapareciendo. Sin trabajo no se realizan las personas plenamente.