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Hay algo tras la piel de su sonrisa
que oculta una congoja camuflada
por una bien cuidada compostura.
Los ojos no enmascaran la tristeza
ni deshacen los posos de amargura.
Se intuye que su cuerpo disimula
lo que tiene escondido en su cabeza.
Peregrina muy lejos su mirada
y se traba en la zarza dolorida
donde rumia la herida que le apena.
Por momentos regresa sorprendida
a afirmar o negar con la cabeza
en la charla que apenas le interesa.
No revela la boca con palabras
lo que expresa su cuerpo con certeza.