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Para ver el mar no necesito orillas
ni oteros elevados para estar cerca del cielo.
Estoy aquí, a la vera de tu cuerpo,
en la dulce suavidad de tus mejillas,
buscando en el fondo de tus ojos
traslúcidas aguamarinas y zafiros,
destellos de la mar en tu pupila.
Redondas colinas, cálidos valles,
recorridos palmo a palmo por mis manos
en el gozoso juego de encontrarte.