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El día en que tu sueño se haga eterno
pasará por tu cara la luz de la ventana
sin que sientas la alborada.
Alguien entrará por tu tardanza
y zarandeará tu cuerpo inerte.
Acudirán vecinos asustados y morbosos.
Un trajín de muerte irá del médico a los óleos
y de estos a los dobles de los muertos.
La memoria de los vivos conservará el recuerdo de tus pasos
en las estancias de la casa.
Recordarán la sombra de tu ausencia algunos años
y en la cama donde la parca te robó el aliento
quedará una oquedad con tu silueta inmóvil
cada vez que alguien mire dentro.
Por las rendijas cada día
seguirá entrando la delicada luz de la mañana
por donde escapó tu último suspiro,
el que nadie escuchó aquella madrugada.
Pero no hay oquedades ni añoranzas
que no llenen el tiempo y el olvido.