DNI

A primeros de mes volverá al pueblo el equipo que hace y renueva los DNI. Han pasado diez años desde la anterior renovación y ya toca otra vez. La fotografía se quedó parada, pero los años han seguido en caída libre. Yo, como voy conmigo, no me entero, pero los que la miran necesitan varias pasadas y algún arqueo de cejas para asegurarse que no soy un impostor. Puede que esta renovación sea la última y me den el permanente, que caducará cuando yo. Ignoro si en su tramitación todavía te sujeta el funcionario el dedo y lo mueve a derecha e izquierda para que los tortuosos caminos de las huellas queden bien impresos. A mí me parecen esas curvas las isobaras de una gran borrasca.

Se cree que el alma abandona el cuerpo cuando mueren las personas. No lo sé, pero sí que el DNI sobrevive a quienes identifican. Lo necesitan los deudos para variados y obligados trámites. Permanecerán registrados en los ordenadores de la administración, de los bancos, de las compañías eléctricas y telefónicas…  Y cuando todo esté saldado y repartido, los números irán al cementerio de los dígitos huérfanos.

En el periodo de colonización de América, se estableció un sistema para controlar las personas que salían de España. Se otorgaban las llamadas ‘cédulas de composición’, que eran unos pergaminos con los datos del poseedor escritos a mano. Estaba prohibido a los extranjeros residir en los territorios españoles de ultramar. A pesar de ello muchos se arriesgaban a cruzar el Atlántico y establecieron allí su residencia en busca de fortuna. Para regular esta situación se otorgaban estas cédulas a quienes llevaban tiempo viviendo en las colonias con sus familias y poseían bienes. Concesión que estaba sujeta al pago del tributo correspondiente.

Hasta el reinado de Fernando VII no aparecen unos documentos con cierto parecido a los actuales DNI. Las llamaban ‘cédulas personales’ y ‘cartas de seguridad’.  Las expedían los ayuntamientos y diputaciones para aquellos que tuvieran que realizar gestiones con los organismos oficiales. Eran fáciles de falsificar.  En el mismo reinado se creó la Policía General del Reino, concediéndole la facultad de realizar padrones con los datos del sexo, estado, profesión y naturaleza. Esta facultad sigue atribuida, con los cambios pertinentes originados, a la Policía Nacional.

Los sucesivos modelos de DNI han ido reduciendo tamaño, modificando colores, acumulando información sobre nosotros y aumentando prestaciones.

El actual no es tan antiguo. Lo implantó el régimen surgido de la guerra civil por medio de la convocatoria de un concurso para su diseño, que ganó D. Aquilino Rieusset Pachón. Hasta el año 1951 no se expidió el primer ejemplar, que fue, con el número uno, para Francisco Franco; el dos para su esposa y el tres para su hija. Años después, se reservaron para la familia real los números del 10 al 99.  En el cementerio de los números de carnet también hay jerarquías.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.