La actual división en provincias procede, salvo ligeras modificaciones, de la que hizo en 1833 Francisco Javier de Burgos, secretario de Estado de Fomento en tiempos de la regente María Cristina.
Por razones históricas se respetaron los enclaves, zonas rodeadas de una administración política distinta a la que pertenecen. El caso más conocido es el del Condado de Treviño, ubicado en la provincia de Álava, pero perteneciente a la de Burgos.
Según Ramón Carnicer en su obra ‘Viaje por los enclaves españoles’ hay veintiséis en España. El que a los extremeños nos coge más cerca es el denominado Rincón de Anchuras, que administrativamente pertenece a Ciudad Real, pero que está rodeado de pueblos de las provincias de Toledo y uno de Badajoz, Helechosa de los Montes.
Llívia es el único enclave español fuera de nuestras fronteras. Está en territorio francés, pero es una localidad de Girona.
La creación de las Comunidades Autónomas por la Constitución de 1978 supuso una modificación en la agrupación de las provincias, que lo estaban antes por regiones.
Castilla la Vieja con la división que hizo Javier de Burgos constaba de ocho (Burgos, Logroño, Santander, Valladolid, Palencia, Soria, Segovia y Ávila) y la Región Leonesa de tres (León, Zamora y Salamanca). La creación de la Comunidad de Castilla León se hizo con seis de las antiguas de Castilla la Vieja y las tres de la Región Leonesa. Logroño y Santander se convirtieron en comunidades autónomas de una sola provincia, La Rioja y Cantabria, respectivamente.
A nuestra división territorial cuando no se le afloja un cabo se le va una costura. Hace unos días ha aflorado una propuesta que estaba latente hace tiempo para que León, junto con Zamora y Salamanca se desvinculen de la Comunidad Autónoma de Castilla León y formen una propia. Ha sido presentada por el grupo UPL (Unión del Pueblo Leonés), respaldada por el PSOE y Podemos y aprobada en pleno por el Ayuntamiento de León. Algunos ayuntamientos más se han unido a la iniciativa. Y ya está formado el lío: los dirigentes de estos partidos en el ámbito estatal se han desmarcado de las votaciones de sus concejales y el PP, en los municipios en que sus concejales la han apoyado, también. Zamora y Salamanca no respaldan la propuesta leonesa, al menos sus representantes.
Esta situación me origina la siguiente digresión.
Cuando los emigrantes estaban en Alemania, por ejemplo, y se encontraban con otros españoles los consideraban como paisanos y resaltaban las afinidades que los unían. Igual sucede si quien vive en una región española distinta de la nativa se encuentra con quienes tienen el mismo origen. Cuando alguien va a la capital de provincia y se cruza con otro de su pueblo, generalmente, se saludan con una efusividad mayor que el adiós y los buenos días y se interesan por los motivos de sus viajes.
Acentuamos las diferencias con los demás cuanto más cerca estamos y cuanto más nos miramos el ombligo. Hasta de los pueblos más próximos nos sentimos distintos y resaltamos las peculiaridades que nos diferencian. Nuestras fiestas, nuestras costumbres, nuestras tradiciones… Puestos a hacer divisiones ni siquiera nos sentimos cómodos dentro de los límites de la aldea y buscamos encerrarnos en las espirales de nuestras conchas, donde, como dice el eslogan publicitario, está la república independiente de nuestras casas.