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Palabras que no dije
permanecen aún en la memoria,
como si vivieran una muerte inacabada.
De vez en cuando afloran,
como ahora,
y escapan por la ventana entreabierta del alma
a mojarse en la lluvia
de esta tarde gris de primavera.
Cuando el corazón latía al galope
por los campos ardientes de las sienes,
la timidez fue brida de caricias
y lazo estanco de pasiones.
A mitad de camino entre la boca
y mis ganas de decir alguna cosa
quedaron frases desmayadas
sin llegar al destino deseado.
En el árbol que se yergue enfrente,
una paloma de ahuecadas plumas
espera a que la lluvia cese.
Hasta mí llega el murmullo del agua
que cae en la arboleda
y un olor a campo verde, preñado
de esperanzas nuevas.
El iris se arquea en el horizonte,
y la paloma vuela
con una rama en el pico
sobre verdes alcaceres…
…y en el fanal brillante de la tarde
desaparece su estela.