(Cementerio de Ahillones)
Aquí está lo que quedó de nuestros muertos: un silencio que estremece cuando se está sólo. Sus cuerpos están en los sepulcros reducidos a ceniza y huesos. Nos quedan sus recuerdos anclados en fechas sobre el mármol. Se van alejando en la bruma del tiempo y cuando pasemos nosotros y pasen nuestros hijos y nietos no quedará memoria de su estancia en tierra en las mentes de los vivos. Nadie evocará entonces hechos ni andanzas de los enterrados. Y sin embargo aquí estuvieron, amaron, rieron y sufrieron. Sólo los cipreses, succionados por el cielo, seguirán señalando un asidero de esperanza, un camino por el que nadie ha vuelto. La Biblia lo dice claramente: polvo somos y en polvo nos convertiremos. Puestos a escoger prefiero los que dan origen a la vida a los que están deshaciéndose en los nichos.