Santiago cuando trabajaba en su fragua de Ahillones)
(Carta en el periódico HOY 24/01/2003)
En mi pueblo, Ahillones, en días como hoy, que llueve con agua de temporal, los hombres del campo no iban a trabajar y echaban sus horas atrás en las fraguas y carpinterías que había en el pueblo.
Estos negocios fueron cerrando cuando se jubilaban sus dueños. También desaparecieron las zapateros que remendaban, ponían tapas y echaban medias suelas.
En estos locales se hablaba sin prisas, pespunteando aquí y allá de temas que iban surgiendo por las ocurrencias de unos y otros. Siempre había alguno que se asomaba a la puerta a seguir la evolución de la lluvia y daba su pronóstico según clareara la sierra o se oscureciera, siempre con la referencia de la veleta de la torre. Ahora llueve sin acompañamientos de yunque martillo y sierra.
Ha perdido el pueblo parte de su identidad con la desaparición de estos y otros oficios. La urdimbre que unía a sus habitantes con la actividad artesanal que se heredaba de padres a hijos se ha roto. Se compra y se gasta fuera y el pueblo se muere lentamente con menos niños y más jubilados.