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Para despertar alondras
en los surcos de la tierra
hay que pisarle las faldas
a los arrullos del alba,
besar los labios del viento
que es predecesor del agua
cuando cabalga en la sierra
a lomos de potros negros.
Para despertar alondras
en el lecho de los sueños
hay que quitarles las sombras
a los flecos de los velos
que tiene la madrugada,
pisar terrones de alfombra
sobre el colchón del silencio
con un cobertor de estrellas
cubriéndole la cabeza
a los fríos del recencio.
Muy bueno. Lorca no lo hubiera hecho mejor.