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“¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir!…”
(Manuel Machado)

Con la abulia metida en los bolsillos
van del aburrimiento a los hastíos
arrastrando la inercia de sus días
según caliente el sol de temporada.
Del frescor de la umbría
al amparo invernal de las solanas.
Bostezo interminable que no cierra
la boca siempre abierta a la desgana.
Si les valiera,
en el postrer momento elegirían
que en lugar de morirse los mataran.