Hay dichos injustos e hirientes porque generalizan sin fundamento. Atribuciones peyorativas que surgen en algún momento por envidias y rivalidades entre pueblos vecinos.
Pío Baroja recoge en la serie de novelas ‘Memorias de un hombre de acción’ algunas de estas expresiones maledicentes en la zona de la Alcarria: “No compres mula en Tendilla/ ni en Brihuega compres paño/ ni mujer en Romanones/ni amigos en Marchamalo;/ la mula te saldrá falsa/el paño te saldrá malo/la mujer te saldrá tuna/ y los amigos contrarios”.
En Extremadura con diversas variantes y localizaciones existen expresiones de este pelaje.
Ni mulas en Quintana, ni mujeres en Castuera, ni amigos en Campanario…
En otros ejemplos se cita a La Zarza, Villanueva… El esquema está servido para que cada pueblo zahiera al vecino añadiendo sus nombres. Nada más falso e injusto.
En todos sitios existe gente de la más diversa índole.
A mi pueblo llegaban por temporadas dos hermanos, Bartolo y Diego, de Campanario. Eran trajineros y vendían mazos de tripas para las matanzas, pimentón y judías de la Vera, higos de Almoharín, o quesos de la Serena. Sus largas estancias y su trato agradable y leal les granjearon el afecto y la consideración de los vecinos. En su trabajo se complementaban perfectamente. Bartolo era el encargado de las relaciones públicas y Diego se dedicaba a cobrar, pago que no se hacía a la entrega de la mercancía, sino que esperaban a la recogida de la cosecha para hacerlo.
Saber vender es un arte y ellos lo practicaban ganándose la confianza de los compradores. Si un año la economía doméstica flojeaba se necesitaban menos tripas por la menor cantidad de carne. No había problema: “Habiendo para el apaño, para qué más”. Si el año había sido abundante y se podía extender el pedido también tenían la frase oportuna: “Más vale que sobre que no que haga falta”. Hablaban con la acusada pronunciación de los sonidos velares de ‘j’ y la ‘g’, característica de Campanario.
Se alojaban en la posada del pueblo. Vestían con chambra, abrochada en el cuello y abierta y con más vuelo y holgura por la parte de abajo. En la cabeza la boina. Después de tantos años, sus hijos, que pasaron aquí muchos días de su niñez, recuerdan con cariño aquellos tiempos y gozan del aprecio de quienes les conocieron.
De Castuera llegaban, y lo siguen haciendo por septiembre, los turroneros. Eran las mismas familias todos los años e igualmente se ganaron el aprecio de los vecinos.
Siendo yo niño esperábamos ilusionados su llegada. Era el aviso de que la feria empezaba. Los puestos no eran como los de ahora, bien equipados y acondicionados. Entonces la estructura, el esqueleto, era de madera y una vez ensambladas sus partes las cubrían con telas blancas. En el mostrador, inclinados hacia afuera, turrones duros y blandos, garrapiñadas, peladillas, piñonates, frutas escarchadas, tortas imperiales, alfajores, mazapanes, almendras rellenas, miel, arrope…y colgados del techo bastones de caramelo.
Comían y dormían dentro del puesto, sobre un entarimado para aislarse del suelo. En las horas de la siesta se echaban sobre una manta en el acerado que estaba en sombra para descansar un rato.
Buenas, entrañables y laboriosas personas que siguen llegando, hoy ya sus descendientes, para endulzarnos la feria.
6 respuestas a «De tripas y turrones. Campanario y Castuera.»
aunque me vine muy chica,aún guardo algún recuerdo de la feria.
¡Qué tengáis felices Cristos!
Muchas gracias, M. Pura. La feria ha cambiado mucho desde aquellos años en que se celebraba en la calle del Cristo. Lo que menos ha cambiado es la procesión del día 14.
¡Hola Juan Francisco!Siempre me han gustado las fotos con las que acompañas tus escrito pero en éste último me gustaría saber quienes son las personas que aparecen.Por simple curiosidad.Un saludo
Son, de izquierda a derecha, Francisco Sánchez, hijo de Juan Diego el que estaba en la Hermandad Sindical, Bartolo, que era el que vendía las tripas y el pimentón, y mi padre, Sebastián Caro.
aunque me vine muy chica,aún guardo algún recuerdo de la feria.
¡Qué tengáis felices Cristos!
Muchas gracias, M. Pura. La feria ha cambiado mucho desde aquellos años en que se celebraba en la calle del Cristo. Lo que menos ha cambiado es la procesión del día 14.
¡Hola Juan Francisco!Siempre me han gustado las fotos con las que acompañas tus escrito pero en éste último me gustaría saber quienes son las personas que aparecen.Por simple curiosidad.Un saludo
Son, de izquierda a derecha, Francisco Sánchez, hijo de Juan Diego el que estaba en la Hermandad Sindical, Bartolo, que era el que vendía las tripas y el pimentón, y mi padre, Sebastián Caro.
Gracias.Es que me pareció reconocer a tu padre.¡Qué gran persona!
Muchas gracias. Dejó buen recuerdo en los que le conocieron.