Clareaba ya por el saliente. Había acabado la verbena y los camareros barrían las puertas de los bares y amontonaban sillas y veladores. La plaza quedó casi vacía. Quedábamos nosotros, tres mozalbetes que habíamos ido a la feria y estábamos esperando sentados en el umbral de una casa a que volviera el amigo que nos había llevado. Vagamos como ovejas descarriadas de un sitio a otro hasta que cansados y aburridos nos sentamos allí, cerca del coche, aquel Dyane 6, experto en fiestas y romerías. La noche había transcurrido entre mostradores y apariciones por la pista de baile. Tuvimos tiempo de escuchar todo el repertorio, desde ´La conga de Jalisco’ a ‘La morena de mi copla’. Rematamos con churros y chocolate. Y el sueño empezó a escalar del estómago a la cabeza. Cuando apareció el amigo conductor el cuadro era de rifa. Nos contó que había ligado y de ahí el retraso. Llegamos a nuestro pueblo cuando el sol de septiembre se desparramaba amarillento por los rastrojos. Yo dudaba entre dar los buenos días o las buenas noches a las personas con las que me encontraba camino de mi casa.
A los demás amigos que no vinieron con nosotros les contamos lo bien que lo habíamos pasado. Y bien sabe Dios que en más de un momento me arrepentí de haber ido y que quién me habría mandado a mí ir. Me ocurrió más de una vez en aquellos tiempos en que no había sábado sin sol ni noche sin discoteca.
Un día de Año Nuevo, al tibio sol del mediodía, refería un vecino mayor que yo, a un grupo expectante, la juerga que se había corrido la noche anterior despidiendo el año. En nuestro pueblo aún no se celebraba la Nochevieja, lo que hacía más fantástico su relato y más fértil nuestra imaginación. Nos mostró una nariz de cartón con unos bigotes y un gorro en forma de cono. Yo lo escuchaba embobado y envidioso de no haber podido disfrutar de tan magnífica velada por ser todavía pequeño. Mocitas, baile, champán, confetis…
Mira por donde al poco nos encontramos con el compañero de francachela. Nos contó una versión un poco diferente. El baile lo vieron desde una ventana y la máscara con nariz y bigotes la consiguieron en una caseta de tiro.
Así vamos creando realidades paralelas. La que es y la que desearíamos que hubiese sido.
Sucede también en otras facetas de la vida. Se usa el lenguaje para falsear la realidad. Cuando nos dicen que hay tensiones de tesorería lo que nos están diciendo es que no hay dinero. Si hablan de que el paro ha tenido un crecimiento negativo es que hay más parados. Al copago lo visten de tique moderador. A la emigración, de movilidad exterior…
En fin, con este artículo, amables lectores, me despido hasta septiembre, si por bien es. Las vacaciones serán fantásticas, reales o pintadas.