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Dame tu mano en esta noche oscura
porque la edad convierte en vacilantes
estos pasos que ayer fueron prestantes
y hoy dejan huella torpe e insegura.
Yo conduje los tuyos con dulzura,
cuando eran indecisos e inconstantes
y tus miedos buscaban anhelantes
protección en mi cuello con ternura.
Empezabas tú a andar con alegría
colmado de cuidados y de abrazos;
yo regreso al refugio en la bahía.
Para acabar de hacer la travesía
necesito la ayuda de tus brazos
y la voz de tu grata compañía.
Ahí pronto nos vemos, pero ¿tendremos a quién nos de la mano?
Esperemos. Si no hay que asirse a las ramas de la orilla.