Creer o no creer. Quizás lo más prudente sea dudar.

Puestos a ser crédulos, ojalá hubiera cielo. También purgatorio, como antesala de la gloria, porque ‘hambre que espera hartura, no es hambre ninguna’. Al limbo, donde decían que iban los niños sin bautizar, lo han quitado de la lista de bienes inventariables. Desconozco las vías de comunicación para transmitir desde las alturas el decreto, aunque dicen que se trata de una ‘esperanza piadosa’ más que de una certeza probada’. No sé cómo, ni cuando han probado fehacientemente la existencia de la gloria y del infierno. Solo Dante, que yo sepa, hizo un viaje alegórico del infierno a la gloria pasando por el purgatorio.  El infierno no debería existir. Va contra la naturaleza de quien es calificado padre misericordioso. Somos los padres normales de aquí abajo, imperfectos y limitados, y no consentiríamos quemar a nuestros hijos por malos que hubieran sido. A no ser algún psicópata que desgraciadamente todos recordamos. Va contra el instinto y la querencia condenar eternamente, ni siquiera como perpetua revisable.

Sí me gustaría que existiera el Juicio Final, ese que según nos adoctrinaban serviría para que en un instante pase por delante de nuestros ojos todo lo bueno y lo malo que hayamos hecho en esta vida terrenal. Además, con el resto de la humanidad de testigos. Así conoceríamos cuánto de verdad o falsedad haya habido en nuestras acciones y en las de los demás. Solo con la vergüenza de que descubrieran nuestras mentiras y engaños tendríamos suficiente castigo. Me imagino las escenas de los sorprendidos  por engaños que ignoraron en la tierra o de robos de quienes eran de la máxima confianza de los despojados. Habrá fuerzas del orden angelicales para evitar los desmanes en tales supuestos, supongo.

Llegado el momento del finiquito cada cual se calzaría su cuerpo. Esta pieza no es mía, la otra me queda grande. ¿Y el paso para reunir todas las cenizas esparcidas por el viento o disueltas en las aguas de los mares y los ríos?  Me imagino que, tantas y tantas almas como ha habido desde el principio de los tiempos hasta el día de las trompetas, formaran un poco de ruido, aunque sea leve, como de alas de mariposas invisibles que levantan vuelo despertadas de su sueño eterno. Algunas ligeras brisas levantarán cuando suban a las regiones celestiales. Se moverán levemente las flores de todos los jardines y un aroma las despedirá en su viaje definitivo.

¿Podremos comprender ese día los misterios que guarda el Universo? ¿Conoceremos a los habitantes de otros posibles planetas en otros sistemas solares y en otras galaxias? Solo por eso merece la pena interrumpir el descanso, aunque al levantarnos nos duelan todas las cenizas.

Hay muchas creencias transmitidas de generación en generación que, sin probar, acaban siendo aceptadas por muchos como ciertas. El infierno y la gloria están aquí en la tierra, decían. Pero yo he visto a personas que aparentemente han sufrido desde que nacieron y otros, que no han dado un palo al agua en sus vidas, murieron plácidamente en sus camas sin saber lo que era un callo en las manos.

Muy grande debió de ser el pecado original para arrastrar esta hipoteca.

Si yo fuera Dante gozaría del privilegio de repartir a personajes por los nueve círculos de estos imaginarios novísimos, pero soy  un ciudadano corriente, que solo alcanza a dudar de todo lo que no comprende.

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