Corazón.

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Ya no uso reloj.

Mi huso horario va de los  deleites a las penas

y en medio  el apacible tiempo entretenido.

¿Para qué  medir la cuenta atrás?

Del  tictac se encarga el corazón con sus latidos,

aunque a veces tenga  prisa    

y quiera salir de su cárcel de costillas

clavándome en  las sienes

punzantes  inquietudes.

También  lo siento dormido, tan quedo

como  el agua remansada.

Le aguijé las espuelas

en carreras de potros desbocados,

a destajo y a deshoras.

Se unió ardoroso a otros latidos

y a compás o a contramano,

recibió premio y castigo.

Por ahí estarán las cicatrices,

labios ya cosidos y sanados.

Debe de estar  desfallecido

de regar tantas  parcelas,

pero aún no ceja en la pasión y  se emociona.

Temo que un día

se me cruce  de arterias y  de venas

y deje  de mover la vieja noria,

desvencijados ya sus cangilones,

y el agua  negra y  fría

quede en el fondo del pozo detenida.

 

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