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Yo soñaba de niño la aventura
de surcar por un mar de temporales,
a merced mi bajel de vendavales,
sin rumbo en medio de la noche oscura.
Quimeras en la dársena segura
de protectoras calmas maternales
en borrascosas noches invernales
que acababan feliz la singladura.
Al hosco piélago de curso incierto,
do temí más de Judas los abrazos
que a las galernas en el mar abierto,
arribé sorteando los zarpazos.
Aquí anclé aquella nave de quimera
y aquí sigue algo ajada, mas, entera.