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Desnuda el vino al alma
y se abre en confidencias
a ocasional amigo
que aguanta con paciencia
la larga parrafada.
Vestida de palabras
la soledad no es tanta
y la taberna sirve
de buen confesionario
con cura tabernero
que escucha, calla y llena
y alguna vez asiente
a lastimeros ayes
de cliente impenitente.
Afrentas no saldadas
en duelo con espada,
se curan con alardes
que presta alcohol valiente
al lado de la barra
con golpes de nudillos
y tono convincente
para marcar palabras.