Saltar al contenido
No me empañes, tristeza, la esperanza
en el frágil cristal de mi existencia,
vaho que de imprecisa inconsistencia
alevoso traiciona y dicha alcanza.
No me engañes con pérfida asechanza
que me lleva hacia el pozo de la ausencia
donde empeño se vuelve indiferencia
y el ánimo fatal desesperanza.
Deja que la radiante luz del día
disipe turbiedad en la hondonada
y desbroce caminos la alegría,
diáfana claridad inmaculada
que presente ante mí la lejanía
como fin de esperanza renovada.