Carta a Bretón.

 

 

 

 

No creo todavía que hayas podido ser el verdugo de esas dos criaturas que eran tus hijos. No me lo creo porque es difícil comprender que una persona pueda llegar a tal grado de abyección. Apoyo mi leve esperanza en que  aún no has sido juzgado ni condenado por un juez y aunque las evidencias de las puebas te van quedando sin coartada, queda un tenue rayo de luz. Pero si el juicio al que hasta los más depravados asesinos tienen derecho comprueba tu culpabilidad, me costará trabajo asimilar que las personas podemos ser capaces de tan horrendos crímenes. Si así fuera, cuando tenías a tus hijos  inocentemente confiados en ti,   ¿no tuviste ni  un solo instante de  remordimiento o pena por lo que ibas a hacerles? No podían imaginarse nada de lo que intentabas porque eran niños y se creían seguros con su padre. Se quitarían la vez para contarte cosas que habían hecho desde la última vez que los viste. Reirían mientras tú planeabas los detalles de  su muerte traicionera y vil. Seguro que cuando pusiste tus manos sobre ellos estarían pensando que les ibas a hacer unas caricias o a darles algún abrazo y ni siquiera cuando empezaste a hacerles daño podían sospechar lo que tu satánica mente tramaba. Pensarían que se trataba de una broma. Seguramente ni instantes antes de sus muertes llegaron a creer que su padre, al que querían y en el que confiaban como el primer cobijo al que recurrir en caso de peligro, iba a matarles. Tú, su progenitor, su protector, en cuyos brazos se habrían entregado al sueño placentero en más de una ocasión, iba a hacerles el mayor daño que se le puede hacer a una persona: quitarles la vida.  Si así fuera, eres  un asesino en el más alto grado de  ignominia y depravación. Ni la mayoría de los animales hacen eso con sus hijos; al contrario, llegado el caso, la ofrecen  generosamente en su lugar.  Los que somos de la especie humana  a la que tú  perteneces no podemos olvidar las miradas inocentes, luminosas y alegres de tus hijos,  de  Ruth y José, que tenían toda una vida por delante y que tú, a quién querían y en quien confiaban,  les ha robado con fría saña. Si fue así, maldito seas por siempre. Pero  se me hace casi imposible creer que lo hayas hecho y aún espero un milagro.

2 respuestas a «Carta a Bretón.»

  1. Creo que en el caso de un psicopata como parece ser este individuo, es imposible ponerse en su lugar y en su mente. dice:

    Un psicopata, no puede ser entendido por los seres humanos normales.
    Es simplemente un ser depredador con instinto asesino. Con hambre de poder y
    de protagonismo, No siente ni padece NADA por el sufrimento ajeno e incluso desfruta haciendo daño. En este caso queda mucho mas clara su naturaleza al tratarse de la muerte de sus hijos, pero en la mucho casos, pasan desapercibidos y actuan con total impunidad, maltratando y destrozando la vida de los que les rodean.

    1. La mente humana también está regida por reacciones químicas. Al fin y al cabo, como decía Severo Ochoa, somos física y química y Dios nos libre del que llegue al mundo con esas tendencias.

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