Cabello al viento.

Mecía  ondulado el viento su cabello

y,  voluptuoso, acariciaba

labios, pómulos y cuello.

Su mirada,  en el sol,

engastado  en la cima del poniente,

absorta y pensativa.

Quise ser cabello y viento

en la luz dorada de la tarde

para rozar su piel y sentir la calidez de su  mirada.

Llegó la  noche y se perdieron, difusos,

plenos de gozo y fantasía, los sentidos,

en la ilusión inalcanzable de los sueños.

Hebras  de bruma plateada

abrazaron el  talle a los olivos,

hilados con leve   luz  de luna,

en la hondonada  silenciosa de los  valles.

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