Buenos modales

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A comienzos de la década de los años sesenta los planes de estudios del Seminario iban por libre, no se adaptaban a los oficiales del Ministerio de Educación. Cuando algún alumno abandonaba el centro tenía que convalidar, perdiendo un año de los cursados. En mi caso salí con quinto curso terminado y tuve que realizar la reválida de cuarto y volver a repetir quinto.  
Teníamos una asignatura de periodicidad quincenal llamada ‘Normas de Urbanidad’.  Un pequeño librito que contenía reglas básicas de civismo y de buenos modales. No eran instrucciones remilgadas, mojigatas o cortesanas, sino pautas que el sentido común deduce como lógicas. El temario trataba, entre otros asuntos, sobre comportamientos en lugares públicos, en la mesa o en la calle.
Eran cuestiones sencillas, sin llegar al complejo mundo de Educación para la Ciudadanía o Educación Cívica y Constitucional. Eso es harina de otro costal. Debe ser difícil encuadrarlas en el currículo porque hasta para darle nombre hay desacuerdo y todo el afán de los políticos, de recurso en recurso, se centra en vestirlas con sayas rojas, azules o moradas, según color del cristal.
Los niños de entonces pasábamos la mayor parte de tiempo libre en la calle, en nuestros juegos. Cuando el cansancio nos vencía nos sentábamos en cualquier rincón o acera a charlar. A veces se asomaba a la puerta una persona mayor y nos llamaba para preguntarnos si queríamos hacerle un recado. No se nos ocurría negarnos porque así nos lo habían enseñado en casa y en la escuela y nos afearían tan mal comportamiento. Solían darnos una propinilla por el mandado. También nos decían que debíamos negarnos en principio, aunque después ante la insistencia extendiéramos la mano.  
Nos enseñaron a ceder el paso en las aceras, gesto que las personas mayores agradecían. Se han perdido muchos de estos buenos modales.  Si te cruzas ahora con algunos mozalbetes que vienen de frente tienes dos opciones: o te echas fuera o te arrimas a la pared para que no te lleven por delante.
He sentido en mis riñones las rodillas de quien estaba, más que sentado, tendido en el asiento de atrás, con esa postura que ahora llaman ‘manspreading’ y que por aquí siempre hemos dicho despatarrado.
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Nuestros padres, la mayoría de ellos, sin formación académica y menos universitaria, hacían hincapié en saber presentarse, dar los días, saludar y despedirse porque así lo habían aprendido de los suyos. A los varones les influiría, pienso, la huella que les dejó el servicio militar donde había que aprender de memoria y de corrido unas frases formularias para ir a hablar con los altos mandos: “Se presenta el soldado Fulanito de la compañía tal…”
En nuestros pueblos extremeños hay personas que mantienen estos buenos hábitos, síntomas de buena crianza. Son pequeños detalles que cuestan muy poco trabajo realizar, ennoblecen a quienes los practican y hacen la vida más agradable a los demás. Una sonrisa en lugar de un gesto huraño a los que acuden desorientados al engorroso mundo de las gestiones burocráticas, un ‘no se preocupe usted, que eso lo arreglamos enseguida’, cuestan poco y hacen mucho bien.
A algunos el tema les resultará friki, demodé o desfasado, pero los buenos modales abren puertas más que cierran y hacen la vida, ya de por sí complicada, más llevadera.

3 respuestas a «Buenos modales»

  1. Juan Francisco,tienes razón en todo lo que dices y particularmente creo que la educación,los modales,abren muchas puertas.O al menos no te las cierra..si das con personas como uno es.Ahora parece que lo que importa es “sobrevivir “gente que no la conoce.Al menos nos consuela que hemos dado lo mejor a otra generación´fruto de la que nosotros tuvimos.Un saludo cordial

    1. Una persona educada es bien recibida en cualquier sitio, a no ser que los energúmenos que tienen que recibirla no tengan ninguna educación. Primero en las casas de cada uno, después en la escuela y en los medios de comunicación social es donde reside el germen de la buena educación. Un afectuoso saludo. Recuerdos.

  2. Este comentario que le has hecho a esta mujer, no va dirigido a ella , sino a mí. En este caso es solo el instrumento. Has necesitado un día para pensar que le ibas a responder, no para decirle lo educados que sois los dos, eso lo hubieras hecho al momento, querías que el mensaje fuera ofensivo, sin que nadie lo notara. Un comentario perfecto, pero has utilizado para ofender el mismo término que ella. La gente educada no se expresa de esa manera. Por eso yo no te voy a responder de esa manera. Yo lo hago con poemas, que es más fino y distinguido. Y cada vez que esta mujer intervenga, te respondo con un poema…

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