Saltar al contenido
Cuando el bronce bata espumas
de penas en el aire
y sentidos sollozos
desgarren el silencio de la tarde,
no quedarán caminos
que ofrezcan sus espaldas
a mis cansados pies
ni fuente de agua fresca
que fluya transparente
para saciar mi sed.
Alguna flor silvestre
nacida entre las piedras
será mi compañía
de espera permanente.
Repetirá el tiempo sus cadencias
como hace cada año:
solanos y sequías,
el ábrego caliente
y amenazantes cúmulos
de vientos y aguaceros
que llenarán copiosos
los vientres de las fuentes.
Después vendrá la calma,
el frío y el relente.
Se vaciará el dolor
con el recuerdo ausente
y pétalos de escarcha
caídos de la noche
darán a las riberas
crujientes trajes blancos.
Y yaceré, olvidado de la gente,
como la flor sin nombre,
al borde de un camino,
perdido eternamente.