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Si pudiera trenzar la luz del alba
la daría a la brisa rumorosa
que bulle en la alameda esta mañana.
Que la lleve a la orilla de su sueño
en la tibia penumbra de la alcoba
y deje, como un copo de seda,
un beso en la rosa de su cara.
Un velero con la vela henchida
trae aromas de espliego y de romero
y un abrazo de luz y de deseo
se posa en el rocío de la vega.