El toreo ha tenido en diversas etapas de su historia figuras representativas de estilos diferentes. Cada una con detractores acérrimos y ardientes defensores. Viene de muy atrás: De ‘Costillares’ y Pedro Romero, de Lagartijo y Frascuelo, de Joselito y Juan Belmonte. Yo conocí en los años sesenta la rivalidad entre los partidarios de Antonio Ordóñez, representante del toreo clásico, y los de Manuel Benítez, ‘El Cordobés’, que rompió cánones con su heterodoxo salto de la rana.
Pasa también con el fútbol. Aunque hay aficionados para todos los clubes, a nivel nacional, y traspasando fronteras locales, el grueso de la afición se decanta por el R. Madrid y el Barça. Si queremos comprobar el resultado de esta rivalidad, no hay nada más que juntar en un bar a forofos de uno y otro equipo un día de partido.
A nivel político está sucediendo algo parecido. Alrededor de los dos partidos mayoritarios se han formado dos bloques que han polarizado filias y fobias, manifestadas por seguidores y detractores con frecuentes insultos y difamaciones. Basta con asomarse al vomitorio de las redes sociales para comprobarlo.
Como agujeros negros, las formaciones grandes, engullen lo que hay alrededor. Y como se tragan a los que están en sus extremos sufren la indigestión de tan dispar comida, al tiempo que sus imágenes ante los electores se cargan de tonos más intensos, rojos y azules.
La elección se reduce a dos bloques que, aunque formados por variadas siglas, pueden reducirse a dos: derechas e izquierdas.
Dicen los entendidos que tener muchas posibilidades para escoger puede generar angustia e insatisfacciones. Es lo que llaman la ‘paradoja de la elección’: más libertad, pero más dudas.
Cuando las opciones se reducen a dos, te caldeas menos la cabeza, pero existe el inconveniente de que acentúan la división entre los partidarios de ambas opciones. Hay expresiones populares de esta dicotomía: Lo tomas o lo dejas. Teta o chupe. Bebes o soplas. Conmigo o contra mí. Monárquico o republicano. Simplismo elevado al cuadrado.
Demos las gracias por que no ha llegado todavía el que proclame: Yo o el caos.
Nos quieren llevar por dos grandes cañadas al aprisco, con alambradas a los lados y eliminando las alternativas de las veredas.
Mientras no modifiquen la Ley Electoral vigente, y esto no les interesa a los grandes partidos, la representación estará distorsionada. No es justo que una formación con poco más de 390.000 votos saque siete escaños y a otros no les sirvan 600.000 para obtener un diputado. Es solo un ejemplo.
Exigir impunidad y referéndum de autodeterminación a cambio del apoyo a la gobernabilidad, contando con solo siete diputados, no es de recibo. El 1,60% de votantes no puede condicionar al 98,40%.
Faltan un poco de sentido común y altura de miras. El bien común antes que el propio.
Hasta septiembre, si por bien es y así lo quieren. Ha sido un placer.