Los saludos más tradicionales entre hombres han sido siempre chocar las manos y abrazarse. Dicen que si aprietas cuando saludas transmites seguridad y confianza. Los hombres saludaban a las mujeres cogiéndoles suavemente la mano y haciendo ademán de besársela con leve inclinación de tronco.
En el genuino abrazo entre hombres se cruzan las manos abiertas en la espalda con palmoteo efusivo proporcional a la intensidad de la emoción y al tiempo transcurrido. En su máxima expresión pueden salir despavoridos los polvos depositados en la chaqueta durante su estancia en el ropero.
Pero ahora se ha puesto de moda un saludo que está a mitad de camino entre el beso y el abrazo. Un híbrido de forma y compostura, entre rito medieval caballeresco y antiguo saludo eclesiástico de paz, saludo moruno, que alterna el roce de mejillas mientras sujetas los hombros del otro con las manos. El abrazo se queda corto y el beso se da al aire. Se pierde como mariposa invisible que vuela labiada sin que a nadie aproveche. El roce alternante de mejillas no llega a cuajar en abrazo porque las manos se quedan desalmadas en los hombros.
O estrecho abrazo o beso. No quiero besos al aire, ni híbridos de mula torda. Al beso, labios y al abrazo fuerza.