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En el azul intenso de tus ojos,
donde se vuelve clara la calina
y la luz brilla pura y cristalina,
se encuentra la belleza sin abrojos.
La tarde rota te ofreció de hinojos
arrebol para cara tan divina
que del ocaso la paleta difumina
con un celaje de reflejos rojos.
En los catorce versos de un soneto
no es posible encerrar tanta hermosura
sin mermar la magnitud de tu guapeza.
La luz, el cielo y tú formáis completo
el cuadro singular de donosura
en el eximio grado de la alteza