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Se está tendiendo la tarde
como alondra en la besana
sobre los surcos en sombras.
Los álamos cantan nanas
en los remansos del río
con los trinos de sus ramas.
El agua va permutando
dorado color por plata
y luego oscuro azabache.
El toque de las campanas
llega en brazos de los ecos
con súplicas desmayadas
a morir en los barbechos
desde la torre lejana.
La senda se desvanece
o en las excelsas palabras
que escribiera don Antonio
con una espina clavada:
“se enturbia y desaparece”.
¡La inmensidad está en calma!