Arrepentimiento sardónico

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Confieso que padezco una  grave carencia social por no acatar las directrices de ningún gurú  ni pertenecer a  asociación alguna donde los crean. Privación que comparto con la mayoría de los españoles que no siguen los cauces de afiliación. Lamento hablar cuando me viene en gana y callar cuando me apetece sin decreto ni dogma que me guíe. Orfandad que me lleva por senderos de perdición.  Pido comprensión por tan graves desatinos y manifiesto mi profunda contrición por no obedecer a ciertas selectas minorías que al igual que los déspotas ilustrados del siglo dieciocho  piensan que todo para el pueblo, pero sin el pueblo  ya que  el populacho  analfabeto  se equivoca cuando no los votan.  No sabe discernir lo más conveniente para su progreso. ¡Benditas élites  ilustradas que velan por nosotros, ignorándonos! 

Deploro también algunos desvaríos que se extrapolan de mis comentarios fuera de la ortodoxia al uso y de la que sus  vigías y guardianes, siempre alertas, deducen  lo repudiable  de mi proceder, sin duda errado, pero aspiro a que su magnanimidad los considere como manifestaciones  de mi imperfecta naturaleza y enfermiza obstinación en el yerro. De ellos, ejemplos de rectitud y sanas costumbres, guías y faros de perfección a la que aspiro llegar con su perdón y  comprensión,  espero   la luz de sus sabios y certeros consejos. No hay más verdad que la suya y bajo su paraguas protector quiero cobijarme, a salvo de erráticas opciones  que envilecen y degradan esencias imperecederas.

Consciente soy de que la actitud de estos abnegados benefactores no ha sido siempre bien comprendida y  ha inducido a  algunos desaprensivos  a creer  que  desprecian a los  disidentes, que, confundidos, bogan en un  mar de heréticas ideas por su escasa capacidad para discernir verdad y engaño. Yo también pensé en un tiempo- oh, maldición del intelecto por  tales desvaríos- que sus comportamientos eran fruto del desdén y la soberbia, sin valorar el sacrificio que soportan  ni el bien que generan a la sociedad. Ya comprendo ahora que todo se dirige a  nuestro provecho, a caminar por un solo redil que va  hacia  el pensamiento único y verdadero. Hoy, corregida mi fallida percepción, rectifico y,  humildemente,  ensalzo  su infalible magisterio, al cual, arrepentido y contrito, me someto.

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