Aniversario para la esperanza

Mañana hará un año del anuncio del estado de alarma que entró en vigor al día siguiente y fue prorrogándose en fastidiosos plazos de quince días hasta el veintiuno de junio.

En esas jornadas de encierro aprendí a mirar sin las prisas de ir de paso. En las ramas del árbol que se yergue tras las paredes de mi casa se posan cada mañana al amanecer palomas, grajos, tordos y gorriones, como hacían antes, pero hasta entonces no reparé en muchos detalles. Parecía un lugar de concentración para el reparto de tareas por aire, prados y lagunas.  Volvían por la tarde para la recogida. Echaban sus últimos cantos antes de hinchar sus plumas y formar bolas de sueño. Aprendí a mirar el cielo desde el rectángulo que limitan las cuatro paredes del corral. La cigüeña lo cruzaba llevando en el pico palos a su nido. Envidié su libertad. Todo el pueblo y el campo para ellos. Comprendí la angustia de los presos y la carga sentimental de unas letrillas cuando un ballestero mata a la avecilla que avisa del albor al prisionero.

Pensé cómo la cárcel sirvió de inspiración a novelistas y poetas. La imaginación y las ansias de libertad rompen cadenas.

Recordé a Miguel de Cervantes, mitad realidad, mitad leyenda, y lo que se cuenta de que ese sitio “donde la incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido tiene su habitación” fue el lugar en el que empezó a escribir, o al menos ideó, las aventuras de ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha’.

Me trasladé a la prisión de la calle Torrijos, en Madrid, hoy Conde de Peñalver, en la que Miguel Hernández escribió ‘Las nanas de la cebolla’ tras conocer por las cartas de su esposa que a su hijo le estaban saliendo los dientes y no disponían de suficientes medios para alimentarlo.

En el presidio inglés de Reading fue encerrado Oscar Wilde, acusado de cometer ‘indecencias graves’ por su homosexualidad. Este hecho fue el origen de su ‘Balada desde la cárcel de Reading’.

Fray Luis de León sufrió el castigo de la Inquisición por sus traducciones de la Biblia a versión vernácula sin licencia. Sobre todo, del bello ‘Cantar de los Cantares, resbaladiza y difusa zona donde erotismo y misticismo se confunden.

Fueron muchos los escritores que pasaron por estos trances y a cada uno le influyó de distinta manera, pero les avivó su inspiración y les ayudó a evadirse.  Paul Verlaine, Fiódor Dostoievski, Tomás Moro, Aleksandr Solzhenistsyn…

Una sola vela que soplan los hálitos de los muertos sobre la tarta envenenada en este triste aniversario.

En las orillas del camino, tras el paso silencioso del vendaval, han quedado negocios cerrados, trabajadores en paro y un incierto futuro para los jóvenes.

Pero no es tiempo de desesperanza, sino de ponerle cara al temporal y luchar por salir adelante. Del estiércol nacen las flores más pujantes.

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