Amor y contrato.

loqueelvientosellevo

El amor entre  Margarita Gautier y Armando Duval  en La Dama de las Camelias, entre Yuri Andréyevich Zhivago y Lara en  Doctor Zhivago, entre  Calixto y Melibea en La Celestina, entre Oliver y Jenny en Love story …Los amores adolescentes, recíprocamente sentidos, los que dibujan lunas en el agua de la fuente de  arrayán y enredadera,  el verdadero por incontaminado y desprendido…

Ante el cura o el juez  se refrendan y declaran esos  sentimientos, pero ya no es lo mismo. Porque  eso es un  contrato y los contratos son negocios entre partes, que se otorgan y reciben ante ministros y  testigos. ¿Cómo se pueden mezclar los sentimientos con un negocio mercantil?

Cuando el amor es puro y se rompe, queda tristeza, vacío, ansiedad y noches en vela. Cuando se rompe el contrato hay más: se reparten los trastos, la casa familiar, la  pensión compensatoria y el régimen de visitas a los hijos.

En eso queda la promesa ante el altar lleno de flores con  los compases de Meldelson o ante la Constitución. El  amor, el verdadero, se hace eterno en el recuerdo, en el suspiro que añora.  El amor no necesita ceremonias, ni firmas  en sacristías,  ayuntamientos  y juzgados.  Vuela libre y se recrea cada momento. No se rompe si alguna vez se acaba. Se llora o se lamenta, o simplemente se posa suavemente en el recuerdo. El contrato mercantiliza el amor,  lo ata, lo encierra en una jaula y  a veces los arrullos de palomas se convierten en zarpas de león enfurecido, aunque haya amores refrendados ante oficiantes, eclesiásticos o civiles,   que duren toda  vida.

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