En el servicio militar había compañeros que al escuchar el toque de diana lo primero que hacían era anunciar a grito pelado los días que nos quedaban para la licencia: ‘¡Quince y la loca!’, y así iban descontando hasta que llegaba el día de la loca, que era el que nos entregaron ‘la blanca’ y tiramos la gorra por lo alto al romper filas. Llevaban algunos la contabilidad en la de faena, con rayas que iban cruzando según pasaban las jornadas. ¡Qué largos se nos hicieron las últimas!
En el colegio anotábamos en los calendarios de bolsillo los días fijados para los exámenes. El nerviosismo aumentaba a medida que se acercaban. Nos parecía que el tiempo pasaba demasiado rápido. Así sucede cuando no se desea o se teme algo.
Los almanaques están confeccionados con casillas donde se guarda el tiempo distribuido en días para tomarlos en dosis cada veinticuatro horas. De enero a diciembre, y sean negros o rojos, dulces o amargos, te los tienes que tragar, así te pongas en cruz.
Cada comienzo de año buscamos uno para ponerlo en un sitio apropiado en nuestras casas. A pesar de todos los aparatos electrónicos que los incorporan, el colgado en la pared o en la puerta de la cocina sigue siendo el más utilizado para anotar acontecimientos reseñables.
Cuando yo era niño recuerdo que se apuntaba en ellos el día que la gallina clueca se echaba en los huevos para que estuviéramos pendientes sobre los veintiún días para ver su eclosión y salida de los pollitos. En noches como estas frías que llevamos, los metíamos en una caja de cartón y los poníamos al lado del brasero.
Se apuntaba en los almanaques el día de la matanza y el que se ponía el jamón en salazón. También el comienzo de un tratamiento médico, la fecha de la última carta enviada o recibida, el cambio de las sábanas de la cama, el día del casamiento al que nos habían invitado o el del fallecimiento de alguien allegado. Hechos pasados y venideros. Pequeños mojones en las lindes del tiempo.
En las carpinterías, fraguas, comercios y zapaterías apuntaban los días de un pedido, la última recepción o el compromiso de entrega de cualquier trabajo.
Los almanaques mostraban los pronósticos del tiempo, recogían refranes y dichos populares, cuentos, máximas, días que llevábamos y faltaban del año, horas de salidas y puestas del sol y la luna con sus fases, tiempo litúrgico y ornamentos correspondientes…Era el medio más consultado por todas las clases sociales y para muchos la única fuente de información a través de la lectura.
Alcanzaron tanta difusión tiempo atrás que hasta hubo dos reyes que los prohibieron. Carlos III y Fernando VIII.
Al tiempo se le empezaron a medir las hechuras mirando al cielo y fue plasmado en los calendarios después de muchos ajustes. Nosotros los llenamos de vida con las anotaciones de nuestras pequeñas historias.
Una respuesta a «Almanaques»
La verdad es que antes de esmeraban mucho en su elaboración. Hoy en día son más directos y reducidos. Supongo que porque estamos acelerados todo el tiempo.
La verdad es que antes de esmeraban mucho en su elaboración. Hoy en día son más directos y reducidos. Supongo que porque estamos acelerados todo el tiempo.