Albañiles

Me gustaba observar de niño cómo trabajaban los albañiles. Todavía no utilizaban hormigoneras para las mezclas. Hacían un montón con arena y cemento y le abrían un hueco en medio donde iban echando agua. Con el rodo lo removían, procurando que no se saliera el agua por los laterales. Después transportaban la mezcla en una carretilla de mano hasta el lugar preciso. Si era en alto instalaban una garrucha y la subían en esportones de goma.

Me asombraba la coordinación que tenían para lanzar ladrillos y tejas desde el suelo a los tejados. Cómo los lanzaban con la fuerza justa para no pasarse ni quedarse cortos y que llegasen a las manos del que los recibía en el momento justo de acabar el impulso.

La cuadrilla básica estaba formada por un maestro y un peón. Este, si era un poco espabilado, iba aprendiendo las técnicas del oficio y con el tiempo podía independizarse y formar su propio grupo. Era la manera más habitual de aprendizaje.

El maestro tenía siempre a mano sus herramientas fundamentales: el metro y el nivel. Había algunos profesionales muy acreditados por su buen hacer. Eran los más solicitados para obras de envergadura.  Las construcciones de bóvedas no estaban al alcance de cualquiera. Aquí permanecen todavía en bastantes edificios como certificado y constancia de la maestría de quienes las construyeron. No abundan actualmente los profesionales que sepan hacerlas.

También estaban los más duchos en remiendos, derribos y chapuzas que en levantar fábrica y refinamientos. Uno de ellos, con auto proclamada vitola de maestro, pero sin haber llegado todavía a oficial, dejó anécdotas que aún se refieren cuando vienen a cuento. En cierta ocasión levantó un tabique de poca anchura y bastante extensión y no estando muy seguro de que aquello continuara en pie por mucho tiempo, por experiencias anteriores, le dijo al peón: ‘Sujeta aquí mientras yo voy a cobrar’. No habían alcanzado la otra acera de la calle tras el cobro cuando la pared se vino abajo con gran estrépito.

He leído días atrás que, ante la inminente llegada de fondos procedentes de la Unión Europea, destinados a la recuperación económica, van a hacer falta profesionales cualificados. Juan Manzano Díaz, presidente de la Federación Regional de la Pequeña y Mediana Empresa de la Construcción (Pymecon) declaraba en este mismo periódico que ni la FP ni las escuelas profesionales forman para trabajar en esta rama que abarca varias especialidades, como yesistas, alicatadores, encofradores… Aboga por seguir el modelo alemán de aprendizaje. Mucha práctica en las empresas y un solo día a la semana para la teoría en el centro educativo, con un contrato de formación remunerado.  El tema está sobre la mesa y el debate servido.  Creo que la Formación Profesional, coordinada con el mercado de trabajo, puede servir para reducir el alto porcentaje de paro juvenil y mejorar la rentabilidad de los recursos destinados a la enseñanza.

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