Agradecimiento

Hoy se celebra el día del maestro. Mal año para festejos compartidos, pero la mente está dispuesta al recuerdo y el agradecimiento.  Esta profesión no siempre ha sido valorada como merece por su importancia y trascendencia. Los regímenes de turno la han utilizado para llevar el agua a sus molinos, buscando en ella el vehículo para adoctrinar y divulgar ideas que favorecen sus intereses. Un repaso a la historia lo confirma plenamente. Debe de ser muy difícil desprenderse de egoísmos y, con altura de miras y talante de estadistas, acordar bases duraderas para dar estabilidad al proceso educativo. Mientras esto llega, los profesionales, desconcertados por la continua sucesión de leyes, siguen en las aulas, dedicados con su mejor voluntad a formar a sus alumnos. La mayoría de ellos en tiempos muy difíciles fueron excelentes profesionales que dejaron huella perdurable en sus pupilos por su buen hacer. En este oleaje de vaivenes ha permanecido erguida la figura del maestro, agarrado a su trabajo para no perder el equilibrio y ser engullido por el temporal del desánimo y las incongruencias.

Hoy dedico este recuerdo agradecido a quienes abrieron nuestros ojos a la vida a través de la lectura y la escritura, instrumentos que ya nunca abandonamos y que nos han servido para conocer y amar el legado que la humanidad ha ido acumulando a través de los siglos.

Todos los oficios y profesiones merecen reconocimiento porque colaboran al progreso y bienestar de los pueblos. Por insignificante que parezca un trabajo, si deja de hacerse sufre las consecuencias toda la sociedad. Si faltan los encargados de la limpieza nos dejarían a merced de infecciones, el electricista a oscuras, los médicos y enfermeros abocados al dolor y a la muerte, los mecánicos sin medios de locomoción, los transportistas aislados, los albañiles sin casas…

La labor del maestro, tan meritoria como cualquier otra, tiene además la peculiaridad de que trabaja con los mimbres que formarán el armazón de la sociedad futura.

Estaba yo haciendo las prácticas de magisterio en el colegio de Santa Engracia, en Badajoz, y llegó un día a la clase de don José María un señor preguntando por él. Se saludaron, el recién llegado con una amplia y abierta sonrisa y el bueno de mi tutor, confuso al principio porque no lo reconoció, pero cuando le dio detalles de quién era se le abrieron los ojos por la sorpresa y se fundieron en un abrazo. Era un antiguo alumno suyo que después de muchos años pasaba por allí. Se acercó a saludarlo y agradecerle lo que aprendió de él en los años de escolaridad.

Cuando se fue mandó a los niños que se prepararan para el dictado. Me dijo entonces con los ojos brillantes que cuando yo ejerciera comprendería que eso que acababa de presenciar era el pago más gratificante que cualquier maestro puede recibir en vida.

Y comenzó el dictado: “Una tarde parda y fría…”

2 respuestas a «Agradecimiento»

  1. D. José Mª te anticipó lo que, seguramente, tú has podido corroborar con el paso de los años, como yo.
    No hay nada más gratificante para un maestro que un alumno le manifieste su cariño y le confiese la profunda huella que ha dejado en su recuerdo y en su corazón.
    Aprovecho para decirte que soy una fan incondicional de todos tus escritos, Juan Francisco.
    Un saludo de Maribel.

    1. Muchas gracias, Maribel. Los años de ejercicio me han permitido comprobar que lo que me dijo don José María era cierto, como con toda seguridad tú también lo has vivido. Sé que sigues mis escritos, como yo los tuyos, Que sigamos muchos años más leyéndolos. Un abrazo.

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