Agosto.

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Vuelan las tórtolas del encinar

hasta los ya maduros girasoles

y de allí a la rivera,

al agua remansada de las pozas,

para volver después

a pasar el sesteo

en la  sombra  de la fresca arboleda.

Disponen  Baco con Noé las tinas

para el mosto  primero

y san Bartolomé  adelanta el agua 

con redoble de truenos veraniegos

y anuncio de la próxima otoñada.

Se agazapa en las vegas el rocío

con fragancias de mañana nueva.

Agosto, con redonda lozanía,

se desliza vestido de  amarillo

por la falda menguante de la luz

para darle color a los membrillos.

En el  descenso de su plenitud,

con declive de sombras,

deja una estela de fresco en la noche

enroscada al abrigo de tu cuello 

y en tus brazos, mis manos

dando calor a  los primeros fríos.

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