Accidentes de tráfico

El mes de julio había pasado su ecuador. Era una noche calurosa y las terrazas de los bares estuvieron concurridas. Dio la una el reloj de la torre y aún permanecíamos los rezagados apurando las últimas copas, los que aguantábamos hasta que pasaban los municipales avisando de que era la hora de cierre. Desde nuestro velador veíamos la ventana de su casa iluminada. Al poco se apagó la luz.  La noche se adentraba en la madrugada sin ninguna novedad destacable. Pagamos las consumiciones y, cuando nos íbamos. observamos que se iluminaba otra vez el interior de la casa, de donde después salieron sus padres. Como disponían de otra vivienda en el pueblo, pensamos que irían a quedarse allí. Unos hechos intrascendentes si no hubiera sido por lo que sucedió.  No supimos más aquella noche.
Me enteré a la mañana siguiente, cuando un amigo común se acercó a mi casa y desde la cama escuché lo que le decía a mi madre: “Ildelfonso ha muerto en un accidente de tráfico”. Sufrí una conmoción que jamás he olvidado.  Entonces entendí la salida precipitada de sus padres y recompuse lo que había sucedido por lo que contaron quienes estaban más informados.
Salió en coche con unos amigos que habían llegado de vacaciones. Se dirigieron al pueblo cercano de Valverde de Llerena donde se les unieron otros dos conocidos. Todos se dirigieron a Fuente del Arco. Nunca llegaron. En la primera curva, cerrada y en pendiente, el coche derrapó y salió de la carretera. Se estrelló contra las rocas que había en el talud de un regajo. Sólo él murió.
Sonó el teléfono en casa de los padres y les comunicaron que su hijo había tenido un accidente. Se dirigieron al cuartel de la guardia civil de Valverde donde lo tenían.  Esperaban que estuviera herido quizás, pero no muerto, tendido sobre un banco. Solo tenía un pequeño cardenal en la frente, pero la vida ya no estaba en aquel cuerpo de veinte años.
Los había cumplido cuatro días antes, un día después que yo. Estudiábamos segundo de Magisterio y compartíamos amistad y residencia en Badajoz.
 En la mesa de su casa quedó la comida que su madre le tenía preparada, como todas las noches, para cuando llegara.
Aquella mañana los amigos fuimos a acompañar a su familia y a expresarles nuestro pesar. Allí recibí una de las impresiones más desgarradoras que en mi vida haya tenido. La madre, desolada, abrió la caja para que lo viéramos, quizás por verlo ella otra vez más. Vestía el pantalón beige y el niqui azul con que salió de su casa. Parecía dormido, con la naturalizad impasible que les queda a los muertos. Le toqué la frente fría de ausencia y mármol.
Los padres no volvieron a levantar cabeza después de su muerte. Una tristeza se enquistó en sus vidas para siempre. Pasaban de la tristeza a sus faenas como sonámbulos, ausentes de lo que les rodeaba. Cada vez que nos veían a los que fuimos sus amigos asomaban las lágrimas a sus ojos.
Todos los años desde entonces me acuerdo de él por estas fechas. El lunes hace cuarenta y ocho de aquella aciaga noche. Por eso me impresionan las noticias de las muertes en accidentes de tráfico, porque conllevan un impacto emocional que desestabiliza brutalmente. 

2 respuestas a «Accidentes de tráfico»

  1. Tristeza, rabia, desolación, impotencia ..
    En un segundo la vida se va, el que queda no entiende, no siente.. tan solo se pregunta qué pasó?
    Teníamos la vida por delante y el destino se la llevó.

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