Madrugadas

Pinturas realistas de paisajes urbanos. Arte impresionista. Baquetón 001
Las madrugadas están cargadas de proyectos y propósitos de enmienda. De poner en orden las ilusiones y sanar las frustraciones que producen los fracasos. Momentos para encomendar al ‘mañana será otro día’ la esperanza del cambio de fortuna.
Hay quienes buscan recogimiento para estudiar porque en ellas encuentran la concentración que los ruidos y el ajetreo del resto del día dispersan. Otros porque su trabajo así lo exige.  Los panaderos hornean la masa de harina con agua, sal y levadura para que cuando llegue la mañana y el pueblo se desperece el aire huela a pan nuevo, como cantaban Lole y Manuel.  Los periodistas para poner sobre la mesa del desayuno las noticias que produjo la noche. Un desquiciado con rifle que se lleva por delante a todo el que se cruza en su camino, el tsunami que arrasa una ciudad costera o un cantante que abandona definitivamente Venecia alejándose en una góndola por el canal que ayer cobijaba su amor. El incesante fluir de la vida y de la muerte relejado en imágenes y palabras.
Hay madrugadas de fiestas y verbenas, que son burbujas de luz y ruido en la bolsa redonda de la noche, un cáncer que le sale al sosiego, que solo se cura cuando llegas a tu casa y cierras la puerta que quedó emparejada con una silla detrás.
Las de los hospitales son las que más largas se hacen y las que más ganas tenemos que pasen. La muerte y la esperanza pasean por sus pasillos agarradas de la mano, silenciosas, repartiendo suerte dispar entre las habitaciones. Solo los que velan el dolor ajeno o sufren el propio saben que las manillas de los relojes se mueven lentamente en el magma de la angustia. Usted, caro lector, posiblemente haya pasado por estas vivencias como paciente o familiar y sabe de lo que escribo. Cuando el alba se asoma a los cristales de las ventanas con su aspecto gris primero y dorado después se abre la válvula de escape de la inquietud. La luz trae compañía.
Hay madrugadas con camas de cartones en el suelo y periódicos y estrellas como abrigo. Aquí la luz alumbra las miserias que el sueño distrae.
¡Qué lejos están aquellas de centinelas en garitas con santo y seña, cuando el servicio militar era obligatorio! Allí aprendí que   las imaginarias no pertenecían al mundo de la fantasía, sino al de la vigilancia en los dormitorios en turnos de dos horas cuando los demás roncaban, y nunca mejor dicho, como quintos. El castigo a hacer la tercera, de dos a cuatro, era recurrente y temido porque partía la noche por el centro.
Las madrugadas que más añoro son las que pasaba de niño en las eras del ejido por la curiosidad de ver las estrellas fugaces e imaginar constelaciones nuevas ¿Nos enviaban mensajes con sus guiños cuando solo las ranas del arroyo y los grillos rayaban el silencio?
Cuando la mayoría duerme quedan oquedades que ocupan los que velan y entonces estos se sientan al mando del timón del barco que navega a velocidad de crucero por el océano del tiempo. Es el momento de hablar con uno mismo por si alguien más escucha las preguntas que nos hacemos y de las que nadie nos ha dado respuestas.

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